miércoles, 22 de septiembre de 2010

Cronica

ORGULLO DE PADRE

Crónica

Se escuchan las risotadas y los gritos de júbilo, que llenan el gran salón del centro de convenciones de Arauca. Los birretes son lanzados con fuerza al aire, se celebra la ceremonia de graduación de la tercera promoción del Liceo Santo Domingo Sabio. Es 26 de noviembre de 2009. Una veintena de jóvenes, con rostros embargados por la alegría y un inmenso orgullo por haber culminado esta etapa de sus vidas, caminan de un lado a otro.

Sentado inmóvil, observando aquellas escenas de euforia, se encuentra Alberto Ararat, un hombre de mediana edad, de contextura delgada, tez blanca y de apariencia serena. Con rostro de orgullo y satisfacción, dirige la mirada hacia una niña, dentro del grupo de jóvenes graduados, es Angie Valeria, su hija, de 16 años de edad, 1.70 de estatura, tez blanca, rostro perfilado, ojos café claro y una larga cabellera ensortijada de color castaño, quien refleja una sensación de victoria por el acontecimiento que se celebra, ya que había cursado sus estudios de preescolar, primaria y secundaria, dentro del mismo plantel. Alberto en medio de una confusión de sentimientos, alegría, orgullo y a la vez incertidumbre por el devenir de su primogénita, la mira fijamente y empieza a remembrar esa noche del 16 de Noviembre de 1993.

Su esposa Amanda, le llama alarmada:

– ¡Alberto¡…!Alberto¡ ¡llego el momento!

– !Cómo¡…

– ¡Qué llego la hora!

El marido empieza a caminar por toda la casa, con un nerviosismo como buscando algo que no puede encontrar.

– ¿Qué hago?

–¡Tranquilízate! Llama un taxi y trae la pañalera, que ya contiene todo lo necesario.

Se trasladan en el vehículo hacia el hospital San Vicente de Arauca; son más o menos las 7:00 p.m. Ya allí son recibidos por una enfermera en la sala de urgencias, que al darse cuenta de la urgencia, los conduce rápidamente a la sala de parto. Antes de entrar, por una gran puerta, la asistente sanitaria, detiene a Alberto y le dice:

– Espera aquí.

Esa espera se convierte en una eternidad. Después de largo rato, sale la misma persona, que le informa al futuro padre.

– Hay complicaciones señor; su esposa no puede tener un parto normal, hay que practicarle una cesárea; ya se localizó al médico ginecólogo, para que realice la operación.

Al escuchar lo inesperado, el futuro padre se sumerge en una profunda preocupación, pero entiende que no le queda más que continuar la larga espera. Después de varios tintos y cigarros, se entera que llegó el doctor directo a la sala de cirugía. Nervioso e invadido por pensamientos y sensaciones nuevas, camina de lado a lado, por un largo pasillo, deteniéndole sus pasos una puerta, detrás de la cual se encuentra su esposa, a punto de dar a luz a su hija. Continua su andar inquieto y en un momento mira a través de un postigo que tiene la puerta, el correr de las enfermeras y los galenos, y entiende que están en plena cirugía. Transcurridos varios minutos, tal vez horas, escucha el llanto de un bebé, entonces son las 11:30 de la noche. Alberto, arroja un largo suspiro, como de tranquilidad, vuelve a observar por el postigo, se da cuenta que se acerca la enfermera con un rostro de alegría y trae consigo a su hija envuelta en una sábana.

– su esposa está bien, se encuentra dormida por el momento y esta es su hermosa niña.

Alberto se acerca a mirarla, y queda extasiado con la belleza de su primogénita y le agradece a Dios por el resultado exitoso de la cirugía y haberle traído una hija sana.

Alzándola por un momento -piensa- Así que ésta es Angie Valeria. ¿Cuál será su futuro? Espero que sea grande y exitosa.

–¡Papá¡ ¡Papá! ¡Papito¡ -Llama la atención Angie Valeria.

Alberto aterriza con el llamado de su hija, y regresar a la realidad, se vuelve para mirarla.

–¡Papi…! ¡La foto con su merced¡

El padre se levanta y abraza orgullosamente a su retoño.

En la foto queda registrado para siempre, los rostros de complacencia, orgullo y alegría que demuestran el deber cumplido, tanto de hija como de padre.

Texto escrito por Alberto Ararat Colmenares, participante
del “Taller Arauca Lee, Escribe y Cuenta”.
Año 2010.

Lectura de reflexión


¡Cómo era de bueno ser padre! 
Por Daniel Samper Pizano

 

Hasta hace cosa de un siglo, los hijos acataban el cuarto mandamiento como si no fuera dictamen de Dios sino reglamento de la Federación de Fútbol. Imperaban normas estrictas de educación: nadie se sentaba a la mesa antes que el padre; nadie hablaba sin permiso del padre; nadie se levantaba si el padre no se había levantado; nadie repetía almuerzo, porque el padre solía dar buena cuenta de las bandejas: por algo era el padre...

La madre ha constituido siempre el eje sentimental de la casa, pero el padre era la autoridad suprema. Cuando el padre miraba fijamente a la hija, esta abandonaba al novio, volvía a vestir falda larga y se metía de monja. A una orden suya, los hijos varones cortaban leña, alzaban bultos o se hacían matar en la guerra.

- Padre: ¿quiere usted que cargue las piedras en el carro y le dé de beber al buey?
¡Qué berraquera era el padre!

Todo empezó a cambiar hace unas siete décadas, cuando el padre dejó de ser el padre y se convirtió en el papá. El mero sustantivo era una derrota. Padre es palabra sólida, rocosa; papá es apelativo para oso de felpa o perro faldero. Demasiada confiancita. Además -segunda derrota- "papá" es una invitación al infame tuteo. Con el uso de "papá" el hijo se sintió autorizado para protestar, cosa que nunca había ocurrido cuando el padre era el padre:
- ¡Pero, papá, me parece el colmo que no me prestes el carro...!

A diferencia del padre, el papá era tolerante. Permitía al hijo que fumara en su presencia, en vez de arrancarle de una bofetada el cigarrillo y media jeta, como hacía el padre en circunstancias parecidas. Los hijos empezaron a llevar amigos a casa y a organizar bailoteos y bebetas, mientras papá y mamá se desvelaban y comentaban:
- Bueno, tranquiliza saber que están tomándose unos traguitos en casa y no en quién-sabe-dónde.

El papá marcó un acercamiento generacional muy importante, algo que el padre desaconsejaba por completo. Los hijos empezaron a comer en la sala mirando el televisor, mientras papá y mamá lo hacían solos en la mesa. Y a coger el teléfono sin permiso, y a sustraer billetes de la cartera de papá, y a usar sus mejores camisas. La hija, a salir con pretendientes sin chaperón y a exigirle al papá que no hiciera mala cara al insoportable novio y en vez de "señor González", como habría hecho el padre, lo llamara "Tato".

Papá seguía siendo la autoridad de la casa, pero bastante maltrecha. Nada comparable a la figura procera del padre. Era, en fin, un tipo querido, de lavar y planchar, a quien acudir en busca de consejo o plata prestada.

Y entonces vino papi. Papi es invento reciente, de los últimos 20 ó30 años. Descendiente menguado y raquítico de padre y de papá, ya ni siquiera se le consulta o se le solicita, sino que se le notifica.
- Papi, me llevo el carro, dame para gasolina...

A papi lo sacan de todo. Le ordenan que se vaya a cine con mami cuando los niños tienen fiesta y que entren en silencio por la puerta de atrás. Tiene prohibido preguntar a la nena quién es ese tipo despeinado que desayuna descalzo en la cocina. A papi le quitan todo: la tarjeta de crédito, la ropa, el turno para ducharse, la rasuradora eléctrica, el computador, las llaves... Lo tutean, pero siempre en plan de regaño:
- Tú sí eres la embarrada, ¿no papi?
- ¡Papi, no me vuelvas a llamar "chiquita" delante de Jonathan.

Aquel respeto que inspiraba padre, con papá se transformó en confiancita y se ha vuelto franco abuso con papi:
- Oye, papi, me estás dejando acabar el whisky, marica...

No sé qué seguirá de papi hacia abajo. Supongo que la esclavitud o el destierro. Yo estoy aterrado porque, después de haber sido nieto de padre, hijo de papá y papi de hijos, mis nietas han empezado a llamarme "PA".
 

lunes, 6 de septiembre de 2010

Chiste


Marido y mujer acuden al psicólogo tras 20 años de matrimonio.

Cuando el psicólogo les pregunta cuál es el problema, la mujer saca una lista larga y detallada d
e todos los problemas que han tenido durante los veinte años de matrimonio :
...poca atención, falta de intimidad, vacío, soledad, no sentirse amada, no sentirse deseada, no ser escuchada, no ser comprendida, no ser atendida cuando habla,

... La lista es interminable.
Finalmente, el terapeuta se levanta, se acerca a la mujer, le pide que se levante y la abraza y besa apasionadamente, mientras que el marido los observa con una ceja más alta que la otra.
La mujer se queda muda y se sienta en la silla medio aturdida.
El terapeuta se dirige al marido y le dice

-'Esto es lo que su esposa necesita al menos 3 veces por semana. ¿Puede hacerlo?'
El marido lo medita un instante y responde:

-Bueno, la puedo traer los lunes y los miércoles, pero los viernes tengo fútbol.

Fotos Realmente Sorprendentes


Esta es otra entrega de algunas fotos, para que el visitante saque su sus propias conclusiones.